El conocimiento de la historia en particular y las ciencias humanas (o de la cultura) en
general es un conocimiento subjetivo. Esta subjetividad no implica, sin embargo,
relativismo o privacidad de los enunciados científicos de dichas disciplinas sino que poseen
un carácter objetivo. Ahora bien, este carácter objetivo no es equiparable al de las ciencias
naturales.
El estatuto epistemológico del concepto objetividad no es el mismo en las
ciencias humanas que en las ciencias naturales. La objetividad de las ciencias humanas
tiene como condición de posibilidad la subjetividad valorativa del investigador, de lo que se
deduce que no podemos pensar las investigaciones en ciencias humanas con el concepto de
objetividad de las ciencias naturales.
La verdad objetiva de las ciencias humanas está más
cerca de la intersubjetividad que de la correspondencia con los hechos.
Que la objetividad de las ciencias humanas tenga como condición de posibilidad la
subjetividad valorativa del investigador implica, además, que el hecho de reconocer una
experiencia como experiencia sublime presupone ciertos valores sociales ya dados que
permiten reconocer (o simplemente denominar) una experiencia como tal. Con esto no
queremos decir que el acto mismo en el que se tiene la experiencia sublime pueda reducirse
a valores. Nada más lejos de nuestro planteamiento. Tan sólo afirmamos que hay valores
que funcionan como condición de posibilidad de la experiencia sublime, sin que, por ello, el
acto de dicha experiencia quede reducido a los valores que la posibilitan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario